por Carolina Espil

Osteopatía es medicina manual, es una de las maneras en que ha evolucionado la medicina manual, antigua como la humanidad.

Su objetivo es restituir el equilibrio del cuerpo, impulsando mecanismos de autocuración. Entendiendo el dolor o la enfermedad como una respuesta a un desequilibrio entre la estructura y la función.

Este desequilibrio es denominado en osteopatía “disfunción”, y se caracteriza principalmente por una restricción en la movilidad del tejido de esa zona específica. Ese tejido en restricción puede tratarse de un hueso, articulación, musculo, víscera, fascia, o toda una zona que comprometa varias capas de tejido.

Muchas veces el dolor, la molestia o el “síntoma” se manifiesta en zonas a distancia que no coinciden con la zona en disfunción.

Entonces el/la osteópata, valiéndose de su herramienta fundamental, que es la palpación, dialoga con los tejidos del paciente, yendo a buscar la causa, es decir, la disfunción que está generando el desequilibrio en el sistema del cuerpo; para tratar esa disfunción, no el lugar mismo del síntoma.

Las causas que pueden originar disfunciones pueden ser múltiples. Puede tratarse de microtraumatismos generados por hábitos posturales que no le son económicos al cuerpo; así como también traumatismos como golpes o accidentes. Desequilibrios emocionales, estrés, cansancio, desórdenes alimenticios, así como el acto del nacimiento mismo; también pueden generar disfunciones osteopáticas.

Dialogando con los tejidos es que el cuerpo se expresa, mostrando un mapa muy claro, que cuenta su historia, sus caídas, golpes, sus adaptaciones a ellas, sus “mochilas”, sus resistencias, su vitalidad y sus potencialidades.

Los motivos de consulta son muy variados, como ser dolores crónicos o agudos en cualquier parte del cuerpo, astenia, cansancio, fatiga, trastornos del sueño, bruxismo, dificultades para concentrarse, dolores menstruales, migrañas, problemas digestivos, respiratorios, traumatismos.

La osteopatía busca la salud, y no la enfermedad, ya que se vale de los recursos del cuerpo mismo del paciente para que él mismo encuentre el equilibrio. Lo que hace el/la osteópata es dejar el terreno lo más propicio posible para que sea el paciente mismo quien termine de resolver sus disfunciones.

Este terreno propicio se logra a través del principio “vida es movimiento”, ya que lo que se busca en el tratamiento osteopático es la movilidad, restituir la movilidad. Y es a partir de liberar al cuerpo de sus restricciones de movilidad, que se va a liberar el recorrido de la sangre a través de venas y arterias. Liberando entonces al cuerpo de la carga de depósitos muertos, al dejar libre el paso de las venas; así como también dejando que el suministro sanguíneo llegue a nutrir a todos los tejidos, al dejar libre el paso de las arterias. Hecho en el cual entra en juego otro de los principios fundamentales de la osteopatía: la “ley de la arteria” , según la cual, el cuerpo en su interior contiene todos los nutrientes y drogas necesarias para su autocuración.

Las manos del osteópata van a equilibrar la estructura corporal del paciente , con la intención de dejar libres y armónicos los canales por los que circula el río de la vida, ya sea arterias, venas, linfa, nervios, y aquellos espacios por donde circula el liquido cefaloraquídeo.

Así lo enuncia Andrew Still, padre de la osteopatía, en su libro “La Filosofía y los Principios Mecánicos de la Osteopatía”:

“El cuerpo del hombre es el Drugstore de Dios y uno encuentra todos los líquidos, drogas, lubricantes, ácidos o antiácidos, y todos los remedios que le han parecido necesarios a la felicidad del hombre y a su salud”